«Cuenta con un templo pequeño; pero con dos torres cuadradas, sus calles empedradas sirven de mercado a cielo abierto, arrecia un fuerte viento, que sopla casi constantemente, lo que alivia el calor insoportable. Tiene una escuela de varones para niños pobres, regentada por la Municipalidad, solo las señoras usan camisón, las mujeres del pueblo o plebeyas como las tildan los oligarcas, se visten de fustán o enaguas y camisas, todas llevan sombreros.

Estando allí se dio el cambiamiento político de este Estado y también nos enteramos de la toma de Mérida por parte de los federales, a los pocos días llegaron de esa ciudad a refugiarse muchos venezolanos, recuerdo a los Jiménez, Villafalle, Ichazu, Manuel Delgado y Saturnino, su presencia ánimo mucho a mi compadre, quien yacía en cama, por cuanto el reumatismo lo ataco duro.

Uno de ellos le trajo el retratico de su adorada Solita y le dio noticias de Antolina, Carlos María, Salustio y demás familiares y amigos. Por ellos pude saber del paradero de mis sobrinos, quienes emigraron para Trujillo, huyendo del salvajismo de las tropas federales.

Mientras tanto, ya yo había comenzado a comerciar en esta ciudad y como el cuento es largo y es hora de recostar el cuerpo sobre el colchón, dejemos la conversación para otra ocasión».

Alberto Pérez Larrarte Cronista de Barinas De mi libro: Entre nieblas y sabanas Publicado por Amazon

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